La importancia de la gestión emocional en el liderazgo
Las emociones son como señales en una carretera sinuosa y desconocida que nos indican cómo podemos tener una mejor experiencia sin poner en riesgo a nadie. A veces nos piden que reduzcamos la velocidad por una curva en pendiente, que nos mantengamos en nuestro carril o que tengamos cuidado porque pueden cruzarse animales. En el liderazgo las emociones nos alertan lo necesario para un tránsito seguro en la toma de decisiones.
Integración
El mundo emocional no es un mundo aparte sino una dimensión que constituye naturalmente a las personas y que no ha sido tenida en cuenta hasta hace poco tiempo. Algunos investigadores, especialistas y psicólogos la han estudiado en relación con el liderazgo para que reconozcamos lo indispensable que es. El estadounidense Daniel Goleman, por ejemplo, lo hizo en su libro Inteligencia emocional (1995).
Recuerdo una presentación que tuve poco antes del covid-19, donde reuní a más de 15 empresarios para dialogar sobre cómo estaban funcionando en sus organizaciones. Les pregunté cuáles eran sus emociones dominantes. No resultó fácil que se abrieran, pero al final todos respondieron que experimentaban sentimientos vinculados al miedo: la ansiedad, la angustia y el temor, entre otras.
La mayoría de las personas se esfuerzan por evitar este tipo de sensaciones cuando la realidad es que no hay buenas o malas emociones. Solo necesitamos saber cómo gestionarlas a favor de los objetivos que tenemos. No es fácil, pero puedo asegurar que devuelve beneficios contundentes en la práctica.
Beneficios de la gestión emocional
El líder que pueda desarrollar una inteligencia emocional tiene presente al mundo de manera integral y puede mejorar su modo de relacionarse con las personas y los grupos. Desde la empatía y la compasión puede nutrirse de todo lo que trae el contacto con los demás.
Otro beneficio específico para los líderes es que gestionar las emociones ayuda a la toma de decisiones. Reconocer en qué estado emocional está la persona, el grupo, los clientes y el contexto permite ganar claridad.
Existe una creencia antigua de que las emociones y la vulnerabilidad que suponen constituye una señal de debilidad de quien lidera. La realidad es que se requiere mucha fortaleza para pedir colaboración, para incorporar la mirada de los demás y para que la humanidad se vuelva un valor de una organización.
Lograr esta sensibilidad hasta integrarla a la cultura empresarial devolverá beneficios a corto y largo plazo.
Contra lo infalible
La investigadora estadounidense Brené Brown, muy conocida por su charla TED sobre vulnerabilidad, recientemente confeccionó un listado de emociones donde explica cómo están presentes en la vida moderna incluyendo a quienes lideran.
En su libro Atlas del corazón: Mapeo de conexiones significativas y el lenguaje de la experiencia humana (2021) Brown sostiene que la vulnerabilidad es la capacidad de reconocer con coraje quiénes somos realmente, así como poder aceptar la necesidad que tenemos de los demás, de estar conectados, de ser aceptados y comprendidos por otros.
La vulnerabilidad puede exigir que pasemos por la vergüenza, pero no que nos quedemos atorados en ella, pues en este mundo donde se busca la perfección y el éxito debemos tener la entereza de aceptarnos como imperfectos y necesitados de los demás para enfrentar las dificultades y salir adelante.
El liderazgo no se trata de ser infalible y hacer todo mejor que el equipo, sino de guiarlo a conseguir los objetivos. El conocimiento, la experiencia y la práctica precisa estar en que los demás pueden ayudar y contribuir. Como señala la psicóloga e insighter Cristina Quiñones: “El liderazgo va del ego al hago”.
El líder atraviesa distintos roles, propósitos y amenazas por lo que es clave que puedan conectar con la vulnerabilidad. Caso contrario, se volverán un estorbo y sufrirán la soledad en la cima, un síntoma habitual en los altos ejecutivos que les lleva a más errores que a aciertos.
Un buen líder nunca se siente solo.
Qué nos aleja de las emociones
Nos hemos criado con la idea de que los hombres no lloran, en un esfuerzo por sostener el dolor, algo que es parte de la vida. Esta deriva cultural debe ser vencida al igual que la creencia de que la vida empresarial no da lugar al mundo emocional. Es usual escuchar la idea de que “esto es estrictamente negocios” cuando todos sabemos que la forma en la que sentimos es fundamental en las decisiones personales y grupales.
Para combatir estas antiguas creencias es importante educarnos aprendiendo a reconocer que el mundo emocional es parte de nosotros porque una persona decide con su cerebro, sentimientos y cuerpo. Luego debemos apuntar a alimentar esta dimensión reconociendo diferentes estados emocionales en orden de poder gestionarlos.
Es trascendental permitir que afloren las emociones si queremos liderazgos evolucionados. Principalmente, porque los sentimientos funcionan como avisos en una carretera desconocida que dan seguridad y bienestar a quienes la transitan.